El reloj de mis sentidos.
Apenas se ha detenido el reloj de mis sentidos,
al escuchar las campanas en su tañido constante,
apenas mi amor, apenas, por los momentos vividos,
es que derrama la aurora de su trinar el instante...
Amanece y es tu mano como paloma en mi cielo,
quien se posa suavemente sabiendo de lejanías,
Un mensaje ha dejado volando con mis anhelos,
¡Tu vida se me ha entregado! ¡Tu amor en mis alegrías!
Las campanas han callado, todo se va iluminando,
tus pasos lentos, tus ojos, que otrora fueran callados,
adelantan su estadía de cielos que van cantando,
sin prisa, mi amor, sin prisa, pues ellos son muy amados.
Y quiero verme en tus ojos, ser de las luces aquella,
que irrumpa con desparpajo y con tímida agonía,
en ese mar de los mares con magia de alguna estrella,
que se pierda en tu horizonte al encontrar cercanía.
Canto sin voces que escuches a la vida que nos cita,
en voces de violonchelo nuestra hermosa sinfonía,
en ese canto a la vida que deja en tu piel escrita,
con la voz de todo viento, cuanto amo tu alegría.
María Marta Britos.
Todavía sonrío.
No puede detenerse el amor, él es eterno,
y las campanas que nos llaman son latidos
recuerdos como dices, de momentos ya vividos,
de pasiones que salvamos en el borde del averno.
Despierta este mundo del que muy contundente,
tu erótica emboscada me ha convertido en parte;
me has encendido, me has amado sobre ti yacente;
incendiándome la vida, y luego puliendo mi arte.
Que alegre suena la vida al repique de campanas,
tomados de las manos saboreando el momento
y en el cielo las estrellas alegrando el firmamento
mientras mi pensamiento vuela a ti en las mañanas.
Quieres verme con tus ojos y olvidar la lejanía,
compartiéndome tus letras, tu cariño mujer bella,
acomodarte en mis brazos bajo un manto de estrellas
y con tus besos alejar mis momentos de agonía.
No hay un rincón de mí alma que yo no te compartiera,
darte una hermosa sinfonía para abrigarnos del frío,
con el guiño de una estrella diciéndote a mi manera
que a pesar del mal momento por ti todavía sonrío.
Jesús
Quintana Aguilarte.