El impacto de tu
silencio.
Me
robaste la mente al pronunciar tu nombre,
me
salpican tus dedos y quedo humedecido
no
hay propiedad mayor, la de sentirse hombre,
que
reclamar la fuerza de todos mis sentidos.
Baja
del último aliento cuajado por tu tacto,
se
apropia de mí, de mi piel y de mi alma,
y
descarga sobre mí su más mortal impacto
con
cuya posesión toda mi atención reclama.
Quiero
verte, entre parpadeos un instante,
como
un relámpago en la noche, y luego,
que
vuelva la oscuridad desconcertante
porque
si tú no estás, me quedo ciego.
Sin
el mar, sin playas, sin colores, sin ti,
el
mundo es un vaivén de ruidos, solo un juego,
si
no te hubiera visto, te juro no sabría,
como
es la luz y el esplendor del día.
Sólo
amo las palabras cuando tú me las dices;
pienso
que tú las amas cuando las digo yo.
las
demás están huecas, no son sino barnices,
corteza
de la fruta que nunca maduró.
Las
mías y las tuyas tienen la contextura
del
fruto sazonado que se puede morder;
se
derraman sus jugos por cada rasgadura
como
vacía el hombre su savia en la mujer.
Vestido
me he quedado de cantos y poemas,
y
cada nota mi amor, cada verso te reclama,
ataviada
estas de luz y de fulgurantes llamas
de
noche tu me alumbras, de día tu me quemas.
Jesús Quintana Aguilarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario